Escrito por Roberta Campassi

Hasta diciembre de 2016, Mouaz Makkieh tomaba tranquilamente su café cada mañana antes de empezar la jornada laboral en la granja de su familia, a 15 minutos en coche de Damasco (Siria). La horrible guerra en el país se prolongaba desde 2011 sin signos de desescalada; aun así, en la granja Mouaz se sentía seguro. "Para mí era el lugar más seguro de la Tierra", recuerda. "Tenía mis animales, mis propias verduras para cultivar. Mi vida estaba organizada".

Estamos en 2020 y Mouaz vive en El Born, en pleno centro de Barcelona, donde tuvo que conformarse con comprar verduras insípidas en el supermercado en lugar de cultivarlas él mismo. Pero es también en este entorno urbano donde este joven de 25 años empezó a organizar su vida. Hablador y extrovertido, Mouaz ha creado un grupo muy unido de amigos y maneja una apretada agenda, dividida entre la enseñanza del árabe, el aprendizaje del español y el estudio de otro tipo de lenguajes: los de programación.

Roberta y Mouaz durante la entrevista en OCC

Mouaz es uno de los alumnos del Migracode, una iniciativa europea patrocinada por la Comisión Europea que enseña técnicas de programación a refugiados e inmigrantes como forma de facilitar su integración a largo plazo en el continente. El programa de Barcelona, acogido y gestionado por el Open Cultural Center (OCC), se puso en marcha en octubre con una clase de nueve alumnos. Está previsto que la segunda edición del curso comience en marzo.

Fue Migracode lo que atrajo a Mouaz a la capital de Cataluña con la esperanza de aprender nuevas y valiosas habilidades para su carrera, junto con la oportunidad de trabajar como un Voluntario del CES en OCC. El mismo impulso que le impulsó a emigrar a Europa. Como otros cinco millones de sirios, abandonó su país huyendo de la guerra y en busca de una vida mejor. "Era irme o unirme a la lucha, así que sentí que realmente no tenía elección", dice.

Mouaz se marchó de Siria a Turquía a finales de 2016 junto con 10 amigos, pero sin familia; sus parientes emigrarían más tarde a Egipto. En verano de 2017, decidió trasladarse a Grecia, donde esperaba que las condiciones para los refugiados fueran menos difíciles. Pero esta vez no le acompañó ningún amigo. Al llegar a la ciudad griega de Polikastro y darse cuenta de que no mucha gente fuera de los campos de refugiados hablaba árabe, Mouaz conoció OCC, donde se matriculó en el primer curso de inglés de su vida. Sólo dos años después, habla el idioma con fluidez.

Mouaz (a la derecha) en una clase de Migracode en Barcelona

Al igual que al principio de su curso de inglés, aprender a programar no ha sido fácil. "En las primeras clases, no entendía nada", dice Mouaz, con franqueza. Sin embargo, basándose en su propia experiencia, las dificultades no son un obstáculo para él. Con alrededor de 50% del curso completado, calcula que su nivel de comodidad con la codificación ha mejorado considerablemente: "Diría que ahora es un 6 sobre 10. Las clases me siguen pareciendo difíciles, pero también las disfruto mucho".

Los profesores del curso, que trabajan 100% voluntariamente, desempeñan un gran papel a la hora de ayudar a los alumnos a superar los retos iniciales, según Mouaz. "Siempre están dispuestos a dar clases extra y a ayudar, sólo hay que pedirlo", observa, plenamente agradecido. "Ver cómo nos enseñan gratis, sabiendo que podrían cobrar muy bien dando clases en otro sitio, es realmente la mayor motivación para mí".

Un gran paso para Mouaz en las próximas semanas será definir el proyecto de fin de curso. De momento, está pensando en crear un sitio web con información fiable para los refugiados que buscan asilo en Europa. "Hay muchas noticias falsas e información errónea por ahí, y siempre es muy difícil saber quién dice la verdad", explica. Mouaz se enfrentó a estos retos cuando decidió trasladarse de Turquía a Grecia, por ejemplo. "Algunas personas me decían que el viaje era demasiado difícil, otras que estaría bien. Al final, decidí verlo por mí mismo".

En lo que respecta a la codificación, Mouaz ya planea aprender algunos idiomas más después de terminar Migracode. También quiere aprenderlos mejor. "Es algo infinito, estos lenguajes se desarrollan cada día, así que hay que seguir estudiando", dice.

Mouaz también cree que adquirir conocimientos técnicos es una parte del trabajo que queda por delante. "Es como cuando llegué a Europa, pensaba que lo único que necesitaba era aprender un idioma para comunicarme con la gente", recuerda. "Por supuesto, eso es esencial, pero no lo solucionaba todo. Hay mucho más que aprender para adaptarse, encontrar trabajo, rehacer la vida".

Después de conocer a Mouaz, no puedo evitar pensar que la suya es una historia de resiliencia y coraje, que sigue escribiendo -¿o tal vez codificando?- con los nuevos idiomas que se atreve a aprender.

Mouaz (a la derecha, detrás) en el equipo OCC como voluntario del CES
Categorías: Blog

2 comentarios

Bruna · febrero 3, 2020 a las 6:21 pm

¡Hermoso artículo para una hermosa iniciativa! Mouaz, gracias por compartir tu historia de superación de tantos obstáculos, ¡te deseo lo mejor para el futuro!

Juan Manuel Martínez Córdoba · noviembre 6, 2020 a las 10:18 am

Que gran historia felicitaciones a Mouaz, solo pienso en unirme a MigraCode lo antes posible, creo que es la herramienta que he soñado estando lejos de mi país. Aquí se habré la oportunidad de capacitarme a pesar de tener los obstáculos con que se topan los emigrantes. Además es un programa completo donde podré no sólo capacitarme, también tener la oportunidad de vincularme al mundo laboral acá en España.
Gracias Dios, gracias MigraCode

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